YO ESTARÉ CONTIGO
“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los
ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama
arderá en ti.” (Isaías 43:2)
Antes
de la segunda semana de marzo de este año no nos podíamos imaginar la magnitud
de la pandemia que se avecinaba. En realidad, muchos pensábamos que estaríamos
un par de semanas con ciertos cuidados para después continuar como si no hubiera
pasado nada. No fue así. La expresión “el agua nos está llegando al cuello” empezó
a ser una metafórica realidad conforme fueron pasando los días. La seguridad
que teníamos de que esto no iba a durar mucho se desvaneció y efectivamente
empezamos a sentir el agua hasta el cuello, es decir, a punto de ahogarnos. La
salud de muchos se ha mermado, algunos han muerto, la economía de desequilibra
y aún no vemos con claridad cuándo terminará esto. Sin embargo, encontramos en
este pasaje una frase que consuela: “Yo estaré contigo”, eso debería ser
suficiente.
Dios
no promete que sus fieles van a escapar de toda dificultad y que caminarán sin
problemas por la vida, sino que también pasarán “por las aguas”, y “por el
fuego”. Cuando los israelitas salieron de Egipto, pasaron realmente por las
aguas. Por el poder de Dios, Moisés les abrió camino a través del mar Rojo. Esa
liberación respaldó las promesas que ahora les hacía. Dios cita dos peligros,
agua y fuego, símbolos de todas las amenazas que su pueblo podría experimentar,
el Salmo 66:12 nos recuerda eso: “Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra
cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia”. A
medida que su pueblo sufría peligros, según sus propias palabras Dios les seguía
prometiendo protección, porque Él estaba con ellos. Después de que los
babilonios habían tomado cautiva a Judá, Nabucodonosor lanzó a un horno
ardiente a tres hombres que permanecieron fieles a su Dios; esos jóvenes no
fueron consumidos por el fuego, Dios los protegió porque Él estaba con ellos.
Dios
nos asegura que incluso en las pruebas más grandes obrarán de algún modo para nuestro
bien (Romanos 8:28). La razón está clara: Él nos ha redimido y le pertenecemos.
El enemigo no nos puede engañar haciéndonos creer que estamos solos, ni mucho
menos haciéndonos creer que Dios no está con nosotros, de ahí la confianza que
tenemos en la afirmación: “Yo estaré contigo”.
Así que no desfallezcamos, tomemos nuevo ánimo y
confiemos, porque Dios ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra
vida, y Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se
arrepienta, si Él lo dijo lo cumplirá, aun cuando todo parezca lo contrario.
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