DELICADOS PASTOS Y AGUAS DE REPOSO
No hay duda de que somos peregrinos en un mundo incierto lleno de sinsabores y encrucijadas. Nuestros vanos intentos de transitarlo sin protección y dirección nos han agotado y no hemos obtenido mayor satisfacción que aquello que el mundo nos ofrece. Sin embargo, el ser interior se desgasta y con mucha frecuencia necesitamos parar un poco para que sea atendido por aquel que prometió ser nuestro pastor y que nos garantizó que nada nos faltará, incluyendo, en esto, mis necesidades internas más apremiantes.
Las metáforas que emplea David en este maravilloso Salmo nos refieren al cuidado protector de un pastor que no sólo nos guía hasta el final destino de la “casa de Jehová” (v.6), sino que, en los momentos de mayor cansancio, y cuando las fuerzas parecen agotarse, nos atiende con un amor sorprendente y con la diligencia necesaria para descansar en “delicados pastos” en donde somos refrescados con “aguas de reposo”. Es así como nuestro soberano Señor nos “pastoreará”.
Pero ¿cómo lo hace? Debo decir que el valor de la metáfora no se encuentra en las vívidas imágenes mencionadas, sino en lo que ellas representan. Desde luego que no debemos pensar que el Señor nos llevará a algún paraje en donde haya el césped suficientemente cuidado y en donde haya un estanque, laguna o río tranquilo para atendernos y cuidarnos. Esta metáfora apunta, sin duda alguna, al resultado que viene de una devoción contante y de permanente dependencia a nuestro Dios mediante su Palabra revelada.
Al alimentarnos de la Palabra de Dios vemos al Señor Jesús ahí. Vamos a Él como el “gran pastor de las ovejas” (Heb. 13:20) y nuestro ser interior queda satisfecho. Nos dirigimos a Él y comemos y bebemos de Él para satisfacción de nuestra alma. ¿No fue Él mismo quien dijo de sí, “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre” (Juan 6:35); y “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11); y “el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:14)? Es por esto por lo que podemos experimentar que: “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Cor. 4:16).
Es verdad que el camino hacia nuestro destino final es difícil y lleno de peligros. Pero en ese peregrinaje existen momentos de gran valor en donde nuestro Señor, como Buen Pastor nos dirige a “lugares de delicados pastos” y “junto a aguas de reposo” para descansar y ser pastoreado por el “Príncipe de los pastores” (1 Pe. 5:4).
Nos vendrá bien recordar que el mismo Señor, quien es nuestro Pastor, nos dijo:
“Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28)
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