¿TODO SIN MURMURACIONES?

“Haced todo sin murmuraciones y contiendas…” (Filipenses 2:14)

 Cuando leemos este pasaje es muy fácil pasar por alto esa palabra tan molesta: todo. ¿Hacer todo sin murmuraciones? ¿De verdad? ¡Sí, todo! Despertar con dolor de garganta, recordar que estamos confinados, salir a la calle con el molesto cubrebocas, tener a los niños inquietos y encerrados, hacer el trabajo de la oficina desde casa, tener que tomar el transporte público con miedo a ser contagiados, ver que está más cara la vida o que tenemos menos ingreso. Y sí, hacer todo esto sin una murmuración.

Muchos de nosotros nos despertamos dispuestos a “murmurar” y así vamos por nuestras vidas, quejándonos de una gran variedad de cosas que se interponen en nuestro camino. Y somos muy hábiles para disfrazar lo que estamos haciendo, y damos excusas como éstas: “Sólo me estoy desahogando”, “Estoy diciendo la verdad”, “Tengo que sacarlo porque si no exploto”, e incluso “Estoy compartiendo una petición de oración”. Pero Dios sabe lo que estamos haciendo y, muchas veces, nosotros lo sabemos también.

La murmuración es el descontento hecho audible, la rebeldía del corazón escapando por la boca. Es el sonido que hacemos cuando tenemos “un vivo deseo” por algo que no tenemos, y empezamos a ponernos ansiosos. Queremos que se acabe la pandemia, regresar a la normalidad, queremos la vida que habíamos planeado y tenemos una que nunca quisimos. Y pensamos que es injusto que nuestros deseos y expectativas no se cumplan. Y vivimos decepcionados.

Sin embargo, murmurar es más que la voz del descontento. Es también la voz de la incredulidad. Murmuramos cuando nuestra fe en los buenos propósitos de Dios flaquea. Como no estamos dispuestos a confiar en que Dios está elaborando esta decepción para nuestro bien, tenemos ojos solamente para el doloroso hoy.

Cuando reconozca algunas palabras de murmuración, deténgase y pregúntese a sí mismo: ¿Qué estoy deseando justo ahora más que la voluntad de Dios? ¿Qué anhelo ha llegado a ser más importante que los mandamientos de Dios? ¿Qué deseo se ha hecho más dulce que conocer a Cristo Jesús? ¿Qué mentiras he aceptado en mi corazón que me hacen desconfiar del plan de Dios para mi vida hoy?

Por eso es por lo que necesitamos estar “asidos de la palabra de vida” (v. 16), fuertemente tomados, llenos de las palabras de Dios en nuestra mente y corazón para dejar de murmurar. Confiemos en que… “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19).

Al final, como Pablo dice, los que hacemos todo sin murmuraciones seremos…  “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15). ¡Resplandezcamos hoy!

EGT

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