“Y esta es la confianza que tenemos
en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14, 15)
Hoy en día nos cuesta mucho trabajo depositar
nuestra confianza en cualquier causa o persona. Quizá porque somos por naturaleza
desconfiados, o porque hemos sido objeto de traiciones de personas de las que
nunca pensábamos que las recibiríamos o de causas que simplemente nos
defraudaron con sus giros inesperados. La confianza implica entrega total, es
dar un paso al abismo sabiendo que, por una promesa dada, seremos rescatados,
aunque no tengamos muy clara la manera de ese rescate.
Con Dios es similar, pues a causa del don de la
vida eterna (v. 13), como creyentes tenemos la confianza, es decir la libertad,
de acercarnos a Él en oración en cualquier lugar y en cualquier momento. La
confianza que tenemos para con Dios no se basa en un análisis de conducta que
Él nos haya demostrado y por eso se ganó nuestra confianza. La confianza que
tenemos para con Él está puesta en la obra de rescate que hizo para con nosotros
por medio de Jesucristo quien se entregó a sí mismo hasta la muerte y derramó
su sangre para que nosotros tuviésemos vida en abundancia. Es por esta obra
sumo sacerdotal de Jesús que podemos acercarnos confiadamente al trono de su
gracia (Heb. 4:16).
Esta confianza es la que hace que podamos venir a
Él para expresarle nuestras peticiones más sentidas, entendiendo que Él puede compadecerse
de nuestras debilidades pues fue tentado en todo, pero sin cometer pecado (Heb.
4:15). De esta manera el Señor recibe nuestra petición sin restricción y la
atiende con santa diligencia. Ante su presencia, tenemos la libertad de pedir
cualquier cosa porque sabemos que Dios nos escucha. Es cierto, Dios nos concede
la libertad de pedir cualquier cosa que pidamos, pero añade una condición: “Si
pedimos … conforme a su voluntad”. Esta es la enseñanza bíblica acerca de
la oración. Hasta Jesucristo se somete a la voluntad de su Padre. Cuando estaba
en el Huerto de Getsemaní, él oró: “Pero no se haga mi voluntad sino la
tuya” (Mt. 26:39).
Muchas veces experimentamos que no toda oración que
elevamos recibe una respuesta como nosotros queremos. Entonces debemos estar
preparados para aceptar una respuesta negativa y saber que Dios siempre nos da
aquello que es bueno para nuestro bienestar espiritual. “Toda buena dádiva
y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Stg. 1:17).
Cuando tenemos la respuesta del Señor con un Sí, un
No, o un Aún no, debe ser suficiente para nosotros. Cualquiera que sea su
respuesta debemos entender que esa respuesta está exactamente en armonía con la
petición que le hicimos. La palabra “tenemos” del versículo 15 no está en futuro
como si dijera “tendremos”, sino en presente “tenemos”. La voluntad de Dios fue,
es y será siempre la que anhelamos y es la que siempre tenemos.
En este tiempo oramos por muchas cosas que necesitamos.
No sabemos cómo contestará el Señor, pero sea lo que sea, estaremos agradecidos
por la simple y profunda razón de saber que “Él nos oye en cualquiera cosa
que pidamos”. Nuestra confianza en Dios se debe mantener inamovible pues
siempre nos dará lo que necesitamos para seguir viviendo para su gloria.
Tu pastor EGT
Comentarios
Publicar un comentario