“Jehová ha oído mi ruego; ha recibido
Jehová mi oración” (Salmo 6:9)
El escritor de este salmo, seguramente David,
también sufría una angustia profunda, se sentía enfermo y le pide a Dios que no
lo castigue implorando su misericordia. Es interesante notar que el problema que
tiene afecta integralmente su persona. Él menciona sus huesos y su alma,
aludiendo a un sufrimiento físico y emocional. ¿Nos hemos sentido así? Abatidos,
turbados, enfermos y también le hemos inquirido a Dios: “¿hasta cuándo?” (v.
3).
El salmista es muy explícito al describir su dolor,
dice que sufre de día y de noche, que se ha consumido a fuerza de llorar, que
se siente débil y sin fuerzas. ¿Nos parece familiar? Creemos que este tipo de
enfermedad de nuestros tiempos nos llevan a esta condición de dolor en donde
las fuerzas parecen escaparse. Pero ¿cómo salir de un estado así?
Con emoción vemos la transición de la angustia a la
confianza, él dice: “…Jehová ha oído mi ruego” (v. 9). El Señor ha
escuchado mis ruegos; el Señor ha tomado en cuenta mi oración. Por tanto, ya no
temerá a sus adversarios y fortalecido con esa fe asume otra actitud: “Apartaos
de mí, todos los hacedores de iniquidad” (v.8), “Se avergonzarán y se
turbarán mucho todos mis enemigos; se volverán y serán avergonzados de repente”
(v. 10).
¡Qué poderosa es la oración con tal convicción!
¡Qué efecto sobrenatural y transformador produce en nosotros estar en su
presencia, presentarle nuestra causa y descansar en su misericordia! Ciertamente
creemos que nuestro ser querido, o nosotros, podemos estar “consumidos a fuerza
de gemir y todas las noches inundar en llanto nuestra cama”, pero una
realidad es totalmente cierta, “Jehová ha oído mi ruego”. Y aunque la
situación no tome el curso que nosotros deseamos, podemos estar seguros de que
sea lo que sea el Señor librará nuestra alma y nos salvará por su misericordia.
EGT
Muchas gracias!
ResponderEliminarGracias a Dios por su Palabra!