“Ciertamente el bien y la misericordia
me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos
días” (Salmo 23:6)
Cuando estamos en medio de una persecución, ya sea
por otra persona o por alguna situación específica como una enfermedad física, un
mal estado de ánimo, una deuda impagable, etc., nos sentimos acosados,
temerosos y en algunos casos con ataques de pánico y ansiedad. Normalmente
tenemos una interpretación catastrofista de las palabras en nuestro idioma,
escuchamos persecución y de inmediato viene a nuestra mente la concepción
negativa del término, y pensamos en la fatalidad de ser perseguidos. Sin
embargo, debo decir que no todas las persecuciones son malas.
En esta porción del Salmo 23 encontramos esta
palabra que en nuestra versión RVR60 está como “Seguir”. Dicha palabra que está
traducida del hebreo también puede traducirse como “perseguir”, “acosar, “ir
tras alguien”. De esta manera tenemos al salmista diciéndonos que estaba “acosado”,
o “perseguido” por dos cosas que, en lugar de darle preocupación, le daban
aliento, éstas son: “el bien y la misericordia”.
El bien y la misericordia de las que habla David se
pueden contrastar con la maldad y el intento constante de sus enemigos que procuraban
matarle y que le perseguían con ese propósito. Pero David, que era un hombre
conforme al corazón de Dios, tenía una convicción maravillosa de la presencia
de Dios en su vida a lo largo de todo su peregrinaje. Por eso enfatiza su
convicción diciendo “Ciertamente”, es decir “no me cabe la menor duda”, “estoy
completamente seguro”. ¿Cómo puede ser que David haya tenido semejante certeza del
que el bien y la misericordia serían sus divinos perseguidores todos los días
de su vida? Por la misma convicción que tenía de que Jehová era su pastor y que,
siendo así, nada le faltaría, incluyendo al bien y a la misericordia.
Esta debe ser nuestra convicción pues tenemos al
mismo pastor. Debemos estar seguros de que también nosotros tenemos a estos divinos
acosadores. Cuando nos despertamos se levantan junto a nosotros el bien y la
misericordia; nos tomamos nuestro desayuno y sentados a nuestro lado están “el
bien y la misericordia”; en medio de esta pandemia salimos de casa para las
cosas esenciales y junto a nosotros salen una de cada lado “el bien y la
misericordia”; nos formamos en la fila del banco y, sin tomar sana distancia, están
pegados a nosotros “el bien y la misericordia”; regresamos a casa a terminar el
día y como dos santos guardianes encontramos que a nuestro lado siguen “el bien
y la misericordia”. ¿Y por que es así? Por que la promesa es que “el bien y la
misericordia me seguirán -acosarán, perseguirán- todos los días de mi vida”.
Amados hermanos, no hay duda alguna. Nuestro divino
Pastor ha prometido estar con nosotros de manera permanente y nos ha puesto de
custodios al bien y a la misericordia. Su tarea principal es acompañarnos a lo
largo de nuestro camino al cielo. Al final del camino, nos encontraremos en la
casa de Jehová en donde moraremos para siempre en presencia de nuestro Pastor
que ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra vida como lo
afirmó Jesús a sus discípulos:
“He aquí yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:20)
EGT
Comentarios
Publicar un comentario