¡CUÁN GLORIOSO ES TU NOMBRE!
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8:1)
En este tiempo de tantos avances tecnológicos y de tantas cosas asombrosas que va descubriendo el hombre ya no hay casi nada que nos pueda impresionar. Nos impresionamos por cosas tan complejas y espectaculares que se salen de los moldes comunes, que llegamos a pensar en que ya nada nos asombra. Sin embargo, hemos dejado de asombrarnos por las cosas sencillas y presentes todos los días en nuestro caminar diario y a nuestro alrededor que ya las demos por sentadas.
En este precioso Salmo, David inicia y termina con una expresión maravillosa de adoración espontánea: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” (v.1, 9). ¿Qué le provoca en ese momento para expresarse de esa manera ante su Dios? Él mismo escribe las dos cosas que le impresionan. La primera tiene que ver con la capacidad que tienen los niños para percibir las cosas más profundas de un Dios trascendente: “A los niños y a los bebés les has enseñado a hablar de tu fuerza” (v. 2 NTV). Eso debe llamar la atención de cualquiera de nosotros. Casi todos hemos podido ser testigos de la sencillez de un niño para comprender las verdades más profundas en relación con Dios y su cuidado paternal. Posiblemente no puedan recitar de memoria las doctrinas más complejas, ni tener la capacidad de discutir los temas teológicos más intrincados, pero de algo estamos seguros, comprenden muy bien su relación con Dios y su dependencia hacia Él. En alguna ocasión el mismo Señor Jesús se dirigió a su Padre en oración diciendo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mat. 11:25). Esto, sin lugar a duda, debió impresionar tanto a David que glorificó al Señor.
La segunda cosa que le impresionó a David fue la sabiduría de su Señor en función de su creación que es contrastada con la indefinida razón de ser del hombre. David no necesitó de recursos tecnológicos para descubrir la grandeza de Dios a través de su creación. El instrumento que utilizó no lo buscó fuera de sí mismo, sus ojos testificaban la grandeza del ser de Dios, él dijo: “Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste” (v.3). No necesitó más, la contemplación de la creación de un Dios glorioso le hace estallar de gozo y alabar al Señor. Y ante semejante concepción de este Dios glorioso se plantea la pregunta filosófica de todos los tiempos: “¿Qué es el hombre?” Es evidente que ante esta pregunta retórica debemos entender lo limitados que somos y concluir lo grande y glorioso que es el Señor. Tenemos un lugar especial en la creación como regidores de ésta y debemos entregar buenas cuentas de este trabajo al final del tiempo.
Nosotros, como David, debemos tener mayor capacidad de asombro al contemplar la sencillez de los niños en depender y entender la relación de Dios con nosotros, y al observar la sabiduría de Dios en su creación en la que nos ha puesto para señorear. De esta manera, hoy podemos exclamar con David:
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán
grande es tu nombre en toda la tierra!” (v.9)
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