¿NADA ME PASARÁ?
“Jehová es mi pastor; nada me faltará”
(Salmo 23:1)
Últimamente se han estado escuchando muchas reflexiones sobre la protección que el Señor tiene para con nosotros en medio de las dificultades. Nos hemos aferrado a la idea de que si somos hijos de Dios tenemos una especie de protección inviolable que repele toda clase de males que vengan sobre nosotros. Para ello tomamos las mismas Escrituras como una especie de libro de conjuros de donde salen las frases más significativas que, al pronunciarlas con cierto tono de voz y una adecuada expresión corporal, generan alrededor nuestro una especie de “campo de fuerza espiritual” que evita que lleguen a nosotros los males de este mundo. Habrá personas que hayan declarado con harta vehemencia “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, mas a ti no llegará” (Sal. 91:7), y de repente algún familiar muy cercano es sorprendido con el contagio del virus, y en el peor de los escenarios, con la muerte. ¿Qué pasó? ¿Qué parte de la declaración bíblica no entendió el Señor? Alguien le podría decir, “es que faltó fe en tu declaración”. ¡Nada más equivocado! La Biblia no es un libro de conjuros mágicos que pueda utilizarse en determinadas situaciones.
Uno de los pasajes más usados en este sentido es el Salmo 23. Sin embargo, desde el principio de este maravillosos y reconfortante Salmo queda claro que nosotros somos ovejas del Señor al afirmar que “Jehová es nuestro pastor”. No tenemos la menor duda de que el Señor nos pace como ovejas que continuamente nos descarriamos y que somos capaces de cometer los mismos errores más de dos veces. Sin embargo, no encontramos en su contenido ninguna promesa de que seremos librados de los males del mundo.
Apenas el salmista declara su posición con respecto de Jehová como oveja, para continuar de inmediato con la frase “Nada me faltará”. No es tan asombroso lo que dice, como asombroso es lo que NO dice. El salmista no afirma algo como esto: “Jehová es mi pastor, nada me pasará". La vida de David se caracterizó por estar llena de persecuciones, enfermedades, tragedias, depresiones, y toda una plétora de males. En realidad, él tendría que afirmar con toda asertividad por la experiencia de su vida que “todo le pasará”. Si este fuera el caso, su oración no tendría sentido, y nosotros nos hubiéramos perdido de uno de los más reconfortantes pasajes de toda la Escritura.
Lo que es verdad es que en este Salmo aprendemos que, dado que Jehová es nuestro pastor, a nosotros no nos debe faltar nada en relación con él y en medio de la peor de las tragedias. A nosotros nada nos faltará y por eso, teniéndolo a Él como nuestro cuidador permanente, podemos descansar en lugares de delicados pastos, y podemos estar seguros de que, pase lo que pase, Él confortará nuestra alma y nos guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Y si la enfermedad o la muerte nos sorprenden, pues no temeremos mal alguno porque en ese momento Él estará con nosotros. ¿Lo capta? Lo que más anhela el corazón del regenerado es la convicción de la presencia permanente del Pastor de las ovejas que ha prometido que “nada nos faltará” y no que “nada nos pasará”.
Nuestra convicción la define de una manera maravillosamente inspirada el profeta Ezequiel cuando profetizó al pueblo lo que el Señor le mandó, diciendo:
“Y sabrán que yo Jehová su Dios estoy con ellos, y ellos son mi
pueblo, la casa de Israel, dice Jehová el Señor. Y vosotras, ovejas mías,
ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice Jehová el Señor.”
(Ez. 34:31)
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