FIEL ES EL QUE PROMETIÓ


“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” (Hebreos 10:23)

 Muchas de las angustias que sufrimos en la vida cristiana no tienen que ver con las circunstancias adversas de nuestra vida. Más bien sentimos dolor cuando nuestro ser interior no tiene la capacidad de sobreponerse a las dificultades y contratiempos que se nos presentan. ¿Se imagina que nuestro bienestar dependiera exclusivamente de un entorno agradable? Entonces tendríamos pocas esperanzas de experimentar una vida plena pues todo tendría que ser perfecto en nuestra vida. Pero la vida no es así. En lo profundo de nuestro ser libramos luchas constantes por un sinnúmero de asuntos que batallan en nuestra alma.

Si nuestro bienestar dependiera exclusivamente de un entorno agradable, ¡habría pocas esperanzas de una vida plena para la mayoría de nosotros! Nuestro texto de hoy nos anima a una firmeza interior que no descarta, en momentos de desesperación, la profesión de la esperanza que alguna vez hicimos.

La esperanza es un aspecto esencial de la vida cristiana. Por esto, el apóstol Pablo oró por la iglesia de Éfeso para que los ojos de sus corazones fueran iluminados a fin de que supieran “cuál es la esperanza a que él os ha llamado” (Efe. 1.18). En Tesalonicenses felicita a la iglesia por su “constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 1.3). La esperanza anima nuestro corazón porque trae consigo la promesa de cosas mejores.

Tristemente, algunos de nosotros, no tenemos más que una idea muy borrosa de lo que implica la esperanza que tenemos en Cristo. Sabemos que se nos ha prometido la vida eterna, pero no estamos muy seguros de qué se trata este asunto. ¡Esta esperanza no inspira ni fortalece el corazón de casi nadie! Existe un conocimiento intelectual de esa esperanza, pero no la hemos encarnado como una verdad ciertísima. No ha de sorprendernos, entonces, que exista un alto grado de fluctuación en nuestra esperanza. Depende de las circunstancias y los sentimientos en los diferentes momentos de la vida. Cuando las cosas se presentan agradables, nuestra profesión se mantiene firme. En tiempos de crisis, titubeamos entre la esperanza y la desesperanza.

Notemos que el autor de Hebreos se desentiende completamente del tema de las particularidades de nuestra situación personal. Más bien señala que es el carácter irreprochable y absolutamente confiable de Aquel que nos ha dado esperanza, lo que debe motivarnos a mantenernos firmes. Si él ha prometido una vida plena y abundante para aquellos que creen, entonces él es fiel para producir esto.

Precisamente en este punto es que se derrumba la fe. En este tiempo de crisis tendemos a cuestionar la bondad de Dios y su confiabilidad como nuestro guardador.

Observemos que en las innumerables circunstancias de nuestros tiempos tenemos la tendencia de cuestionar el carácter de Dios. ¡Cuántas veces dudamos de la obra que el Señor hace con nosotros! Y esas dudas nos llevan una y otra vez a mirar con nostalgia un pasado más alegre. No es posible vivir una relación de intimidad con Dios si no tenemos absoluta certeza de la confiabilidad de su persona. Por esta razón, el autor de Proverbios animaba:

“Fíate de Jehová de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia” (Prov. 3.5).

EGT

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