HE AQUÍ, ALLÍ TÚ ESTÁS


 


“Si subiere a los cielos, allí estás; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.” (Salmo 139:8)

 Existen ciertos momentos en nuestra vida en los que nos gustaría estar solos. Alejarnos del bullicio de la ciudad, de la jornada ajetreada del trabajo o de cualquier lugar que represente la interacción con varias personas, son de las cosas que nos gustaría prescindir de vez en cuando y estar un momento a solas. Algunas personas incluso anhelan salir de sus propias casas y alejarse a un lugar lejano, escondido y sin interrupción alguna para huir de la vida cotidiana sin que nadie les moleste. Esto no es malo necesariamente. En muchas ocasiones hasta es recomendable.

 El problema de muchos es que desean hacer esto con respecto de Dios y eso es simplemente imposible. El poder “todo abarcante” de Dios es incomprensible. El atributo no comunicable de Dios de la Omnipresencia se evidencia en estos seis versículos de manera sorprendente y, al hacerlo, nos deja una sensación de temor y seguridad al mismo tiempo porque: “Jamás podría escaparme de tu Espíritu! ¡Jamás podría huir de tu presencia!” (v. 6 NTV). Aunque pensáramos escondernos en el lugar más recóndito del universo, ahí está el Señor. El profeta Jeremías, de manera muy clara y contundente nos deja saber los alcances maravillosos de nuestro Dios cuando dice: “¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” (Jer. 23:24).

 No sólo existe la posibilidad de que nosotros queramos escondernos de la presencia de Dios por voluntad propia. También nuestra propia mente y los enemigos de Dios quieren hacernos creer que el Señor se desentiende de nosotros cuando estamos enfermos, desvalidos y en condiciones precarias. Pues sea lo que sea la situación, nada hay más reconfortante que saber que, estemos como estemos y estemos donde estemos, la expresión “he aquí, allí tú estás” (v. 8) nos da consuelo y seguridad. Nos deja saber que siempre estamos bajo la mirada atenta y cuidadosa de el Dios que me ha examinado y conocido, que me ha rodeado detrás y delante y ha puesto sobre mí su mano (vs. 1, 5). Nos debe dar consuelo saber que aún en el lugar más recóndito del mundo, o en la circunstancia más adversa: “aún allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra” (v. 10).

 Ahora, muchos de nosotros seguimos “escondidos” sin salir por temor a los contagios. Estamos aislados de mucha gente y pasamos mucho tiempo en la soledad de nuestra casa. Sin embargo, debemos saber que ni aún esta situación puede escondernos del Señor y Él nos promete guiarnos con su mano invisible y poderosa y tomarnos de la mano con fuerza para dirigirnos en este camino. Por esto podemos afirmar con contundencia “he aquí, allí tú estás”.

 EGT

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