EL VALOR DE LA VIDA HUMANA

 

“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.         (Salmo 139:13-14)”

 Es interesante que en nuestra relación con Dios nos percatemos de que nada puede sorprenderle y en nada podemos anticiparnos a su decreto eterno. Tenemos un Dios del “Ya”. Nada hay que podamos hacer que Él no conozca “ya” de antemano (v. 4); no hay lugar al que yo pueda ir que no esté Él “ya” allí (v. 8); hasta lo que soy lo sabe Él “ya” de antemano, incluso “ya” desde el vientre de mi madre (v. 13). Hasta este conocimiento que tenemos de su Ser Él “ya” lo tenía como anticipado. No tenemos que esforzarnos demasiado en comprender esta verdad bíblica porque “alto es, no lo puedo comprender” (v. 6). Sin embargo, porque no lo podamos entender, no significa que no sea verdad.

 La asombrosa obra del Señor en la conformación de mi ser se empezó a generar en lo secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz (v. 15). Ni siquiera mi propia madre fue consciente de mi existencia en un primer momento. Era como si yo estuviera enterrado en una cueva profunda bajo tierra. Pero fue precisamente entonces cuando se hizo más evidente su atención y su cuidado. Él entretejió mis entrañas, con el meticuloso cuidado de un artesano fue colocando una por una de las partes que conformarían mi cuerpo mientras observaba con atención mi embrión y paralelamente diseñaba cada día de mi vida y lo registraba en su libro sin que faltara detalle alguno.

 Cuando David reflexionaba sobre la obra de las manos de Dios al crearlo, su reacción fue la de alabarlo. Él entendió lo formidable y maravilloso de su creación, hecho a imagen y semejanza de Dios, capaz de reflejar los atributos de Dios. Nos hace entender que la vida humana es sagrada y valiosa porque Dios le da ese valor. Desde muy temprano en la historia bíblica Dios establece un castigo por atentar contra la vida, “porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Gén. 9:6). Al atacar a la imagen de Dios en el hombre, se está atacando a Dios mismo. En el Sermón del Monte el Señor Jesús le da tanto valor a la vida humana que nos dice que enojarnos o insultar a nuestro hermano es como matarlo, y somos culpables de romper el mandamiento (Mt. 5:21-22). Así de valiosa es la vida humana, porque somos hechos a imagen y semejanza de Dios.

 Estamos viviendo en los postreros tiempos, donde el valor de la vida humana se determina por conveniencia, comodidad, egoísmo, consideraciones económicas, etc., y por eso se dispone de los bebés en el vientre de la madre, porque son inconvenientes, o de los ancianos y se procura su muerte. Nadie debería atentar contra esta obra portentosa del Dios creador. Fuimos formados con una portentosa minuciosidad, nuestro cuerpo y mente, nuestra personalidad y emociones, nuestras circunstancias y relaciones, todo esto fue hecho en lo oculto y a la postre manifestado en nuestras vidas.

 Esta obra fue hecha por una mente trascendente, un Dios meticuloso que determina todo nuestro camino sin que le falte detalle alguno, por eso podemos decir con el salmista: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” (v. 17).

 La vida humana es muy valiosa, ya que es el valor que Dios nos ha adjudicado porque estamos hechos a Su imagen y semejanza. Todos los seres humanos somos valiosos a los ojos de Dios. Así que alabemos al Señor junto con David el salmista:

 “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.” (Sal. 139:14) 

EGT

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