“Todas
las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son
lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Las viandas para el vientre, y
el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios.
Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para
el cuerpo.” (1 Corintios 6:12, 13)
En la
iglesia de Corinto había muchos problemas y, además de las riñas entre grupos distintos
por hacer valer sus derechos, había otro problema basado en el mismo error que
consistía en que querían gozar de absoluta libertad en el uso de su cuerpo. La iglesia
aparentemente había sido afectada por las actitudes locales acerca de esto y
aspiraban a tener la libertad de utilizarlo como les viniera en gana.
La sociedad
en Corinto se caracterizaba por el paganismo y todo tipo de prostitución y
algunos hermanos querían vivir como ellos, pensando que las restricciones
legalistas que dictaban la abstinencia sexual estaban fuera de moda y decían
algo así como: ¡Nosotros somos superiores, hemos sido liberados de estas
antiguas tradiciones! “Todo me es lícito” (v.12)
Los
cristianos auténticos constantemente tenían que combatir esta influencia y
muchos empezaban a decaer en su firmeza. Se cuestionaban acerca del mejor uso
del sexo y del cuerpo en general. Algunos insistían en que tenían suficiente
libertad de decisión, sin importar el amor genuino y sus consecuencias en sus
relaciones con otros.
También en
la actualidad presenciamos una absoluta liberación sexual, además de la
presente influencia de la ideología de género, la cual nos afecta a todos, aun
los que estamos dentro del pueblo de Dios. Parece ser que el dicho: “¡Si te
gusta, hazlo!” Y “¡Tú puedes gobernar sobre tu propio cuerpo!”, son el lema de
nuestros tiempos. Satanás nos seduce con la idea de que podemos gozar de nuestra
libertad, pero oculta la verdad de que ese estilo de vida nos esclaviza.
En el
tiempo de Pablo circulaban dos conceptos que se habían popularizado
grandemente. El primero era el concepto de libertad personal. Según esto, para
el hijo de Dios todo le es lícito porque es libre; y puede hacer lo que le plazca.
Esta actitud se repite en la actualidad. Decimos que nadie tiene derecho a
decirnos lo que podemos o no hacer con nosotros mismos, y ya hasta hemos
llegado al colmo de que se legisle este asunto con gran cinismo en nuestro país.
La segunda
opinión que se encontraba en boga se representa por el dicho citado: “Las
viandas para el vientre, y el vientre para las viandas” (v. 13), lo cual
quiere decir que el Creador nos hizo tal como somos. Por lo tanto, tiene que
comprender cómo actuamos y cuáles son nuestras necesidades. Si poseemos ciertos
apetitos y deseos, debemos satisfacerlos. Esta actitud denota que antes que
nada está la satisfacción personal y no la gloria de Dios.
El
principio que gobierna el argumento de Pablo contra esas ideas es que el cuerpo
del creyente es templo del Espíritu Santo y, por lo tanto, su razón de ser es
realizar un propósito. Es el instrumento que Dios quiere utilizar para revelar
su gloria; no para satisfacernos a nosotros mismos.
El exhorto final
de Pablo es oportuno en este sentido:
“Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:20)
EGT
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