EN EL MOMENTO DE LA CRISIS

 

“Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios. Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David. Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos.” (1 Samuel 30:6-8)

 Muchos nos sentimos con una gran responsabilidad porque alrededor nuestro hay personas que dependen de nosotros. Ya sea que lideremos una familia, una empresa, una iglesia o cualquier otro grupo de personas, la carga es grande. Cuando asumimos esta responsabilidad frente a otros nos enfrentaremos constantemente a situaciones de profundas crisis que pueden tener consecuencias devastadoras para el grupo al que pretendemos proteger. Esta es la triste realidad que nos toca vivir de vez en cuando. Habrá ocasiones en que nuestros “dirigidos” cuestionarán duramente nuestro proceder y hasta podrían llegar a pensar en tomar medidas drásticas contra nosotros. Nos dejan de hablar, critican nuestras acciones, orquestan un plan de desacreditación, o simplemente planean alejarse de nosotros. Éste fue el caso de David, aunque en su caso sus dirigidos querían matarlo.

David había salido a pelear junto a los filisteos, pueblo con él cual se vio obligado a morar luego de sufrir más de diez años de persecución por parte de Saúl. Mientras estaban David y sus hombres lejos de casa, vinieron a saquear su pueblo y se llevaron cautivos a las mujeres y niños, incluyendo a sus propias mujeres “Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal” (v. 5). Cuando los guerreros regresaron a casa se encontraron con un cuadro verdaderamente desolador, el cual produjo en ellos una amargura tal que cuando David y sus hombres vieron lo que había sucedido a sus familias “lloraron a más no poder” (v.4 NTV).

 La realidad es que, en situaciones como esta, de gran crisis, normalmente afloran en nosotros las reacciones más carnales. Nos lamentamos por lo ocurrido. Nos preocupamos por las posibles consecuencias. Cuestionamos los pasos que nos llevaron a dicha crisis. Nos enojamos con los que están a nuestro alcance. Buscamos a quién echarle la culpa. Nos apresuramos en tomar decisiones imprudentes. En el caso de David, el pueblo quería matarlo: “el pueblo hablaba de apedrearlo” (v. 6). 

El comportamiento de David en el manejo de su crisis es ejemplar. En primer lugar, notamos la reacción instintiva de este hombre que estaba acostumbrado a caminar con Dios: “mas David se fortaleció en Jehová su Dios” (v. 6). Las personas maduras en su fe deben inmediatamente procurar, en tiempos de crisis, acercarse a la única persona que puede darles la perspectiva correcta de las cosas, devolviendo el equilibrio y la tranquilidad en medio de la tormenta. Dios mismo. Podemos ver a David no demorándose en buscar del Señor la fortaleza que no poseía en sí mismo.

 En segundo lugar, cuando David equilibró sus emociones, pues se había angustiado mucho (v.6), y habiendo fortalecido su espíritu, llamó al sacerdote para buscar de parte de Dios una palabra específica para este grave revés. Sabía que, en última instancia, no importaba su propia opinión, ni tampoco la opinión de sus hombres. Era de extrema importancia recibir instrucciones del que verdaderamente controla todas las cosas. El resultado fue que David no solamente fue fortalecido, sino que también se le dieron los pasos apropiados para recuperar todo lo que habían perdido y se logró, de esta manera, una importante victoria para todos (v. 19).

 En estos momentos de crisis, la iglesia nos ve, nuestra familia nos ve, nuestros empleados nos ven. Sus miradas pueden estar preguntando “¿Y ahora para dónde?” Si no hacemos nada experimentaremos juicio y rechazo. Pero en medio de esta situación tan drástica podemos “fortalecernos en Jehová nuestro Dios” y poner delante de Él nuestra preocupación para que nos dirija con sabiduría eterna. Esta dirección no se obtendrá a través de una visión sobrenatural o una revelación mientras dormimos. Nuestra interlocución con Dios la obtendremos en su Palabra revelada que siempre nos dirigirá como lámpara a nuestros pies. ¡Descansemos y dependamos de nuestro Dios!

EGT

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