LA DIRECCIÓN PERFECTA DE NUESTRO DIOS


 

“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día.” (Salmo 25:4, 5)

Conforme pasan los días y los meses de esta contingencia que ya dejó su estatus de cuarentena para ser una especie de “noventena”, pues ya llevamos 90 días en casa -más las publicaciones en redes sociales, noticieros y conversaciones virtuales que pretenden dar dirección a una vida de “nueva normalidad” con consejos de todo tipo- la Palabra de Dios corre el riesgo de dejar de ser relevante para el pensamiento posmoderno ávido de información, y crédulo a toda clase de corrientes modernas que dirijan su vida y pensamiento.

No debemos dejar que el mundo informativo, lleno de filosofías humanistas o de pensamientos positivistas, nos guíen a lo largo de esta vida de afanes para tranquilidad de nuestra alma cansada y, en muchos casos, casi derrotada. A cada momento debemos regresar a las Escrituras de donde emana toda fuente de sabiduría y conocimiento de Dios y donde sabemos lo que Él quiere de nosotros.

En este Salmo, David pone en el escenario de su vida misma y, a la distancia también de la nuestra, esta declaración absoluta de seguridad en medio de la lucha, Él dice: “Dios mío, en ti confío…  Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido” (vs. 2, 3). Esto es absolutamente cierto. La confianza que David tenía y la que debemos tener nosotros ahora está puesta en el “Dios de mi salvación” (v. 5).

Y cuando oramos con las palabras de David en este Salmo: “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame” (vs. 4, 5), queremos decir los caminos, las sendas y la verdad que Dios ya ha dado a conocer de forma única y definitiva en las páginas de las Escrituras. Esta oración descarta de una vez por todas la posibilidad de que sigamos un camino distinto y seamos enseñados en una verdad alejada del consejo del Señor en su Palabra. Incluso, deberíamos ser incapaces de dar un solo paso viviendo en nuestros propios caminos si no están alineados a los de Dios, recordemos que: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” (Prov. 14:12)

Debemos estar seguros de que Dios está, de hecho y en verdad, guiándonos todo el tiempo en toda circunstancia, aunque puede que no nos muestre el cómo y el cuándo. Él se ocupa con mayor denuedo que nosotros mismos en que lleguemos donde quiere que lleguemos. Y, de hecho, le interesa más nuestra voluntad para obedecer todo lo mostrado, que nuestra posible agudeza en desentrañar lo que no nos ha dado a conocer. La información necesaria está ya a nuestra disposición. Cuanto mejor le conozcamos a Él, y esa información relativa a Él, menos necesitados estaremos de una “guía” especial, de esa búsqueda en las filosofías de este mundo pagano que se aferra a todo posible conocimiento irracional que descarrila y confunde, porque entonces estaremos poniendo los cimientos para unas sabias decisiones que evidencien la madurez de una voluntad propia y no del sabio consejo de Dios.

David termina diciendo: “En ti he esperado todo el día” (v. 5b), es decir que todos los días ponemos en Él nuestra esperanza para recibir su dirección y guía. Y nuestra confianza está puesta en esto:

 “Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios” (v.10)

 EGT


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