EL PAN DE VIDA

 “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35)

Damos gracias al Señor de que en estos tiempos no nos ha faltado el alimento en casa. Tener el pan dispuesto para nosotros todos los días es de vital importancia; nos nutre, nos da energía, nos mantiene vivos, ¡qué haríamos sin ese pan tan necesario! De seguro moriríamos de inanición. No hay duda, el pan diario nos mantiene activos y presentes. El pan es un elemento de primera necesidad que no puede ser sustituido por nada, es el primer motivador de una persona porque con hambre no se puede hacer ninguna cosa.

Vivimos en un mundo que tiene el pan material para satisfacer su hambre y mantenerlo vivo. Normalmente buscamos al Señor sólo para satisfacer esa necesidad que nuestro cuerpo tiene del alimento. Las personas que seguían a Jesús eso hacían. Es por eso que el Señor les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 26). Pero esa clase de pan no satisface el alma. La gente estaba mucho más interesada en el “pan del Señor” que en el “Señor del pan”. Su mirada estaba puesta en la cosa creada, y no en el creador de las cosas, es decir, en Jesús.

En este episodio el Señor Jesús se refiere a sí mismo como "el pan de vida" haciendo énfasis en que "él mismo" es la fuente de la vida, lo que le da vigor al alma y el que la sustenta y nutre. Vemos que Él se identifica con este pan de vida; o para ser más exactos, de la vida, y más preciso aún, de la vida eterna. El hombre alcanza vida eterna por medio de la fe; es decir, por medio de la unión íntima con Cristo, asimilándolo espiritualmente del mismo modo que el pan se asimila físicamente.

La gente de nuestros tiempos no puede saciar su hambre más intensa, esa hambre que sólo puede ser satisfecha de manera interna con el poder regenerador de Dios a través de Jesucristo. El Señor dijo: “El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v. 35). La importancia de esta declaración está centrada en la persona de Jesús y no en el pan que también viene de él.

En este momento de crisis, lo que más necesita el mundo es venir a Jesús. Él es el único que puede saciar la verdadera hambre espiritual de todo ser humano. Acercarnos a Él por el pan que nos puede dar es bueno, pero acercarnos a Él en fe para calmar nuestra necesidad de alimento espiritual, es mejor. Creer en Jesús es el acto de venir a él; es decir, venir como quien nada tiene (excepto pecado) y lo necesita todo; mirando hacia él como las plantas miran al sol. Quien venga a Jesús con corazón regenerado, nunca tendrá hambre ni sed, y recibirá completa y perdurable satisfacción espiritual y perfecta paz en su alma.

 EGT


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