ES DIOS NUESTRO REFUGIO




“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.” (Salmo 46:1, 2)

Las calamidades de nuestro tiempo están viniendo una tras otra. Todavía no terminamos de acostumbrarnos a la nueva vida en cuarentena, cuando nos sorprende un temblor que nos recuerda nuestra vulnerabilidad e incapacidad para enfrentar las fuerzas de la naturaleza. Esta pandemia nos encierra en casa, mientras que el temblor nos saca de casa. Esperemos que no venga otra calamidad y nos sacuda de tal manera que ya no nos quede más que mirar hacia arriba con cierta necesidad de ayuda divina, pidiendo auxilio en medio de más tribulaciones.

Pero ¡espere un momento! ¡Ese tiempo ha llegado! Justo el día de ayer, por la mañana, nos sorprendió un temblor que no sólo movió la tierra, sino que nos hizo escuchar la poderosa voz del Señor: “Voz de Jehová con potencia; voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que quebranta los cedros... Los hizo saltar como becerros” (Sal. 29:4, 5). El Señor nos está llamando la atención de una manera clara y contundente. Está haciendo que las miradas de quienes dependen de sus propias fuerzas se dirijan hacia él. Con una simple manifestación de su poder deja ver la imposibilidad del hombre para combatir lo incombatible y lo doblega como quien no tiene escapatoria.

Pero en medio de esto nos encontramos los temerosos de Dios. Su pequeña manada, la niña de sus ojos, su pueblo santo. Nosotros tenemos una lectura diferente ante lo que vivimos en estos tiempos. Para este “pueblo adquirido por Dios”, la manifestación de Su poder nos recuerda su cuidado paternal. Nos deja saber que: “No temeremos aunque vengan terremotos, y las montañas se derrumben en el mar” (v. 2 NTV). Tenemos la certeza de que no tendremos miedo “Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza” (v.3 RVR).

Esto es lo que pasa con la iglesia de este tiempo. Que nuestra confianza está puesta en el Señor, dueño de los cielos y la tierra. La razón de esta confianza es simple, pero profunda. Esta confianza no radica en nuestra capacidad emocional de enfrentar distintas pruebas o calamidades. El gran secreto que guardan los hijos del Altísimo está en la naturaleza interna de Dios, en lo que Él es y no en lo que nosotros podemos ser o soportar humanamente. El salmista nos confirma lo que radica en nuestro corazón: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (v. 1). Esta es la verdadera razón por la que no “temeremos” aún en la más grande de las calamidades. Si el Señor ha determinado que vengan temblores, que seamos atacados por un virus invisible como si la tierra se enfadara con el mundo, lo que debemos hacer es lo que está escrito en este pasaje en el versículo 10, estar quietos, y reconocer que es Dios quien está en medio de todos esto para nuestro provecho.

La verdad indiscutible, la verdad que radica en nuestro corazón es ésta:

“Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio en el Dios de Jacob” (v. 11)

EGT

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